El adjetivo “ecológica” se ha mencionado repetidamente en la CC. Existen al menos dos libros referidos al caso. A saber, “Por una Constitución Ecológica” y “Una Constitución Socioecológica para Chile: Propuestas Integradas”. No tengo registrada la palabra “ecologista”; pero puede ocurrir que “ecológica” se refiera más bien a “ecologista”. 

 Aunque el uso de la palabra “ecología” (de donde deriva ecológica) se reserva más bien para el ámbito profesional, por ejemplo, Sociedad de Ecología de Chile, su uso corriente se ha ampliado a lo largo de los años, imprecisando su significado. La ecología es una disciplina científica de fuerte raigambre natural. Una de sus varias definiciones señala que su objeto de estudio son los intercambios de materia, energía e información entre el organismo y su entorno. 

No está demás precisar que la práctica de la ecología se sustenta en un cuerpo de conocimientos que ha ido conformando la llamada teoría ecológica, como lo son para la química la teoría atómica y para la biología, la teoría celular o la teoría de la evolución. Resulta de suyo interesante y novedoso que queramos tener una Constitución sustentada, entre otros aspectos, en una teoría científica de corte naturalista. 

En la ecología moderna conviven varias aproximaciones. Por nombrar dos atingentes con este análisis. Una de ellas enfocada en lo que ocurre en la naturaleza (ecología a secas). El título del primer libro arriba citado ilustra esta aproximación. La otra, en lo que ocurre con el ser humano (ecología humana), ejemplificada por el título del segundo libro arriba citado y por la encíclica “Laudato Si” (2015).   

La teoría ecológica tiene, en su vertiente naturalista, varios planos de análisis. Por nombrar sólo tres: el individuo, la población y el ecosistema. El individuo tiene relación con las necesidades, recursos y desarrollo, sujeto a dinámicas naturales; la población, con migraciones, territorios, invasiones, mortandades sometidas a leyes naturales; el ecosistema, con estructura y funcionamiento de la naturaleza (¡nada menos!). De los tres, el individuo y la población han logrado su consolidación tanto como modelos conceptuales eficientes y como objetos reales; no así el ecosistema. Su uso y empleo a todo evento puede resultar forzado. En ello, presumo, radicaría el símil equivocado, aunque marketero, del concepto (v.gr., ecosistema laboral; ecosistema empresarial). 

La ecología ha contribuido a mejorar el conocimiento y la comprensión de los mecanismos y procesos de funcionamiento de la naturaleza, sus riesgos y vulnerabilidades. Eventos de los años recientes (v. gr., alteraciones atmosféricas locales mostradas por la televisión) están haciendo entender al ciudadano común y corriente que el futuro no se ve promisorio.  Ambos flujos han favorecido la instrumentalización de la ecología en ámbitos que van más allá de su cobertura. De allí la sobre posición que a veces ocurre entre ecología, una disciplina científica, y ecologismo, una corriente de pensamiento y acción.  

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