Partió el segundo tiempo. La cita de la Presidenta Bachelet con su gabinete en el estadio San Jorge marca un nuevo hito en la historia de esta administración y de la Nueva Mayoría. El sinceramiento de las cifras y la jerarquización de prioridades a sacar adelante es un paso adelante.
Aunque suene a contrasentido. Porque es evidente que el estado del arte es complejo, que la economía no acompaña y que el apoyo ciudadano hace rato que se esfumó.
Por eso es importante lo que pasó en el estadio San Jorge. Porque es la reafirmación de que el camino del populismo y la demagogia está lejos de lo que representa a la coalición y el gobierno. Es un llamado a la mesura, a la calma y a la prudencia.
En ese orden de cosas, me permito plantear un mínimo que se tiene que transformar en obligación: la reforma educacional debe ser la estrella de este Gobierno. Y por lo tanto debe tener todo el apoyo político y de recursos que se necesiten para sacarla adelante.
Buena parte de lo que le da sentido a la Nueva Mayoría, es haber representado e interpretado el reclamo de la calle que desde el 2006 nos viene pidiendo una educación pública, gratuita y de calidad. Ese es el horizonte y no podemos dejarlo de lado.
De la mano está el crecimiento económico. No como un fin en sí mismo, sino como un instrumento para hacer posible eso por lo que luchamos. El crecimiento tiene impacto sobre el empleo y por lo tanto son los recursos necesarios para desarrollar el plan maestro y la hoja de ruta del Gobierno.
Chile sabe darse cuenta cuando sus líderes hablan con la verdad y la sinceridad de la Presidenta y de su nuevo gabinete para encarar el momento amargo de una economía que no se reactiva, es el síntoma de que la enfermedad va en camino a desaparecer.
La Presidenta Bachelet ha dicho “no sirvo para darme por vencida” y en eso estamos todos. Nadie en este país está para darse por vencido. 
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